ESTUDIANTE – PROFESOR: ¿Una relación legítima?
M BAZDRESCH
La reciente discusión mundial
sobre el surgimiento de un nuevo paradigma pedagógico, detonada por los
desafíos surgidos por la incorporación de los recursos digitales a la tarea
educativa, plantea una pregunta clave: ¿En torno a qué se vinculan en la
escuela docentes y estudiantes? Se trata del reconocimiento de la necesidad de
una nueva legitimidad de la relación educativa, pues los recursos digitales
ponen a disposición de los estudiantes todo el contenido que antes les
proporcionaba el saber del profesor.
Una respuesta corta a tan extensa
pregunta puede ser: los estudiantes y los profesores - maestros se vinculan en
torno al aprendizaje. También puede
decirse en torno al saber, si pensamos en Delors. Y también en torno al
crecimiento – desarrollo - personal (digamos integral) si pensamos en Bruner,
Vygotsky y compañía. En esta respuesta no menciono la enseñanza, pues no es más
la legitimidad aunque sea una actividad aun presente. En todo caso la enseñanza
debe ser la actitud de fondo del maestro. Subrayo actitud.
La respuesta corta se hace larga
y se enriquece con tres datos que provocan tres sustantivos de la legitimidad
buscada en la cuestión.
Primer dato: Se vinculan en el
proceso de adquirir–facilitar las destrezas culturales básicas. Para esta tarea
se reparten el trabajo el maestro y familia, y el maestro y escuela. Si lo
decimos en una sola palabra, el vínculo es la curiosidad del aprendiz: ¿Qué es… cómo se llama… cómo se juega…
para qué sirve… cómo lo consigo.. Qué tengo que hacer… porqué debo hacer tal… a
partir de situaciones múltiples y diversas, en los escenarios múltiples que se
pueda a fin de que el aprendiz se vea frente a manifestaciones, productos,
recursos, etc. de la cultura, los curiosee y el maestro cuide de hacer ver la
respuesta.
Por eso es clave: la cultura
amplia y múltiple del maestro. Por eso los mejores hombres y mujeres de un país
deben estar en contacto con los niños y niñas. Todo lo anterior para ampliar lo
más posible los lazos con las realidades culturales a fin de que sean
“transparentes” a los niños, es decir que sean adquiridas “porque siempre han
vivido, visto, oído.. etc., tales objetos, tales conductas, tales respetos,
tales herramientas, tales cortesías y todo eso.
Segundo dato el reto, el desafío. Lograr las metas y por tanto saber más y mejor
para conseguirlo. El aprendiz quiere modificar la realidad, al menos manejarla
a su favor. La mente, habilidades, actitudes, conceptos, secuencias,
herramientas conceptuales, acercadas por
el maestro en un entorno descrito en modo de: ¿A que no puedes?, ¿quieres que
te diga cómo puedes?, establece un vínculo poderoso.
Tercer dato: producir conocimiento. Conocimiento de sí mismo (qué me da miedo,
temor, gusto, tristeza, llanto. Qué les hago a los otros… etc.) y conocimiento
del mundo, en lo más posible desde un modo científico de proceder, social y
naturalmente. La clave está en las representaciones, los relatos y los mapas de
¡todo! Escuela, familia y maestro no han de ahorrarle al estudiante experiencias,
proyectos, procesos y modelos.
En mi punto de vista el maestro
es aquí un provocador permanente y al mismo tiempo un observador de todos los
procesos prácticos, para corregir, mantener el vínculo con los aprendices y
dosificar sus aportes. La actitud del maestro tiene que ser la de quién ayuda a
que surjan las preguntas ordinarias y las de fondo en el aprendiz y no
responderlas sino suscitar que cada quien y juntos busquen y encuentren
respuestas provisionales y a la vez observar cuando procesos, preguntas y
respuestas estén trampeadas por las actitudes obstaculizadoras (que son usuales
en los estudiantes) del aprendiz, a fin de “desmontarlas” y aprovecharlas para
insistir en la autonomía del aprendiz.
En síntesis: aprendizaje de la
cultura, para usarla en aprender la acción y de la actuación, y aprender a
conocerse, conocer a otros y conocer el mundo. Esa es la legitimidad.
¿Dónde queda la enseñanza, la
didáctica? Es muy fuerte decir que hoy es una tela oscura que impide centrarse
en el aprender. Para mí la enseñanza se justifica cuando se identifica el
sentido profundo de lo que se quiera aprender. Por ejemplo: Matemáticas. El
sentido profundo es el de un lenguaje. Y lo uso cuando tenga algo que decir… lo
primero es tener y querer decir algo y tratar de decirlo en matemáticas para
mejor expresarme, lo cual lleva a disponer de un conocimiento de cuáles son las
realidades susceptibles de ser expresadas, representadas, relatadas con el
lenguaje que provee la matemática. Lo cual sucederá al filo de numerosas
experiencias de las cuales obtengo el aprendizaje de que hay realidades
matematizables y otras no. Y de ahí, puede surgir el deseo de aprender el
leguaje llamado matemáticas. Puedo empezar con los números… pero no
necesariamente: son complicados... en fin aquí aparece la didáctica: qué me
pide el aprender matemáticas y cómo puedo traducirlo en actos para sugerirle hacer
al aprendiz o se los pida aplique para que caiga en cuenta de lo que le hace
falta.
El gran defecto actual de la
enseñanza es que se parte del contenido y no del sentido. Y claro el vínculo
aprendiz – profesor se quiere crear a partir de no sabes, tienes que aprender y
yo te voy a enseñar… la práctica descalifica este razonamiento. La nueva
legitimada es pues el aprendizaje, el cual se potencia por las redes digitales
y sociales en las cuales la sociedad del aprendizaje nos permite llevar a cabo
una nueva cotidianidad.
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